Terminación del análisis
Por: Dr. Francisco Sosa
“Se trata de un camino que recorrer,
no de una meta por alcanzar”
M. Krassoievitch, 2006.
En toda psicoterapia, así como en el psicoanálisis, un tema de gran importancia es la terminación del análisis, cuya reflexión nos puede llevar a plantearnos ciertas interrogantes, entre las cuales no pueden faltar: ¿el psicoanálisis puede llegar a su fin, o es interminable?, ¿cuánto tiempo dura un buen psicoanálisis?, ¿cuánto tiempo, es el mínimo para analizarse y así poder vivir un poquito mejor?, ¿el nivel de avances dependen de la duración del tratamiento?, ¿existe un psicoanálisis Express?, ¿realmente existe la cura en el psicoanálisis, y cuáles son sus garantías?, ¿Un psicoanálisis largo, forzosamente es mejor que uno corto?; y las más comunes que me han tocado escuchar: ¿doctor, como cuantas sesiones va a tomar esto?, ¿doctor, como cuantas veces vendré, como tres o cuatro?
Bueno, espero en este trabajo poder informar un poco, o al menos tocar alguno de los temas anteriores; teniendo en mente, que el pensar y reflexionar un poco acerca de este tema, ya sirve de mucho; y la razón de esto, se debe a que temas como éstos, no son parecidos a las recetas de cocina; la terminación del análisis es una cuestión que ha sido escrita y estudiada por algunos grandes teóricos y psicoanalistas, pero que a final de cuentas, varía en cada caso; sin embargo, el revisar lo que algunos de estos grandes autores han reflexionado al respecto, podrá orientarnos un poco.
Una de las preguntas arriba planteadas habla sobre la cura; y resulta muy lógico pensar en la cura al hablar de la terminación de un psicoanálisis; ya que normalmente se piensa que el psicoanálisis termina cuando el paciente se ha curado. El doctor Aniceto Aramoni, en su libro Los laberintos del inconsciente escribe: “para curar habría que invertir todo el mecanismo para llegar a los orígenes, aclarar vivencias, adquirir así objetividad, ver los hechos como son, luego cambiar la actitud frente a ellos, actuando realistamente, esto es, sin transferencia, lo que equivaldría, en suma, a des-idolatrizar”.
Respecto a la terminación del análisis, el padre del psicoanálisis Sigmund Freud, en su artículo Análisis terminar le he interminable (1937) consideraba que: “El análisis ha terminado cuando analista y paciente ya no se encuentran en la sesión de trabajo analítico. Y esto ocurrirá cuando estén aproximadamente cumplidas dos condiciones: la primera, que el paciente ya no padezca a causa de sus síntomas y haya superado sus angustias así como sus inhibiciones, y la segunda, que el analista juzgue haber hecho consciente en el enfermo tanto de lo reprimido, esclarecido tanto de lo incomprensible, eliminado tanto de la resistencia interior, que ya no quepa temer que se repitan los procesos patológicos en cuestión […] El otro significado de “término” de un análisis es mucho más ambicioso. En nombre de él se inquiere si se ha promovido el influjo sobre el paciente hasta un punto en que la continuación del análisis no prometería ninguna ulterior alteración”. Éstos son los dos puntos principales en torno a la terminación de un psicoanálisis; así como los dos puntos, más citados por diversos autores –como veremos a lo largo de este trabajo- al abordar este tema.
Respecto al tema de un análisis terminado “definitivamente”, Freud, en este mismo artículo menciona que esto sólo puede ocurrir en los casos con predominio traumático: “merced al fortalecimiento del yo, sustituir la decisión deficiente que viene de la edad temprana por una tramitación correcta.”. En esta obra, también explica, que de acuerdo a sus observaciones los factores desfavorables para el efecto del análisis y capaces de prolongar su duración hasta lo inconciliable son: “La intensidad constitucional de las pulsiones y la alteración perjudicial del yo, adquirida en la lucha defensiva, en el sentido de un desquicio y una limitación”.
En este mismo artículo, Freud toca algunos puntos bastante interesantes como lo son el acortamiento del tratamiento analítico, y la posible profilaxis de este: “las expectativas de los optimistas […] que es perfectamente posible tramitar de manera definitiva y para todo tiempo un conflicto pulsional (mejor: un conflicto del yo con una pulsión); en segundo lugar, que, mientras se trata a un hombre a raíz de un conflicto pulsional, es hacedero vacunarlo, por así decir, contra todas las posibilidades de conflicto semejantes; y, en tercer lugar, que uno tiene el poder de despertar, con el fin de realizar un tratamiento profiláctico, un conflicto patógeno así, el cual por el momento no se denuncia en indicio alguno, y que es sabio obrar de ese modo”. -Respecto al tema de la duración del análisis, más adelante revisaremos lo que el doctor Erich Fromm dice del análisis limitado o restringido-
No obstante lo anterior, respecto a estas metas, Freud aclara que: “No hemos alcanzado siempre en toda su extensión, o sea, no lo bastante a fondo, nuestro propósito de sustituir las represiones permeables por unos dominiosconfiables y acordes al yo. La trasmudación se consigue, pero a menudo sólo parcialmente; sectores del mecanismo antiguo permanecen intocados por el trabajo analítico”. Y siguiendo con estas honestas y realistas aclaraciones de Freud respecto a su psicoanálisis, también escribe que: “El título reivindicado por el análisis, de que él cura las neurosis asegurando el gobierno sobre lo pulsional, es siempre justo en la teoría, pero no siempre lo es en la práctica”.
Otro aspecto de suma importancia en relación al tema de la terminación del análisis, son esas “mejorías“, que invitan tanto al paciente como el analista a dar por terminado el análisis; respecto a esto, Freud escribió: “Durante el trabajo con las resistencias, el yo se sale -más o menos seriamente- del pacto en que reposa la situación analítica. El yo deja de compartir nuestro empeño por poner en descubierto al ello, lo contraría, no observa la regla analítica fundamental, no deja que afloren otros retoños de lo reprimido”. Fromm, en sus conferencias de 1968, habla de esto de la siguiente forma: “uno debe de poner atención a que la mejoría no sea usada por la resistencia del paciente con el objeto de terminar el análisis. Y segundo, este es el caso paralelo; uno tampoco no debe caer en la trampa, de que un empeoramiento del paciente sea una razón para terminar. Muchas veces la resistencia se expresa mejorándose o al contrario”.
Finalmente, Freud nos advierte que no debemos poner como meta del análisis su abreviación, sino más bien, su profundización; lo cual ejemplifica citando a Ferenczi: “el análisis no es un proceso sin término, sino que puede ser llevado a un cierre natural si el analista tiene la pericia y paciencia debidas”.
Etchegoyen, en su libro los fundamentos de la técnica psicoanalítica, nos habla de que Ferenzci afirmaba rotundamente que el análisis puede y debe terminar, y agregaba, que una terminación correcta no puede ser brusca sino gradual y espontánea “la terminación correcta de un análisis se produce cuando ni el médico ni el paciente deben poner fin, sino que, por decirlo así, se extingue por agotamiento…” y agregó: “un paciente realmente curado se va liberando del análisis de una manera lenta pero segura; debe seguir concurriendo todo el tiempo que lo desee”.
Ferenzci describe esta etapa final como un verdadero duelo: “el analizado se va dando cuenta que sigue concurriendo al análisis por la gratificación que le procura a sus deseos infantiles, aunque ya no le rinde en términos de la realidad; en ese momento, con pena, deja de concurrir, buscando a su alrededor fuentes más reales de gratificación”. Y finalmente Ferenzci concluye: “la renuncia al análisis constituye así la conclusión final de la situación infantil de frustración que está en la base de la formación de síntomas”.
Por otro lado, Rickman busca “el punto de irreversibilidad” en que el proceso de integración de la personalidad y readaptación han alcanzado un nivel que será mantenido luego de terminado el tratamiento -dejando a salvo, desde luego, circunstancias de enorme estrés-. Sobre esta base, Rickman propone la siguiente lista: 1. La capacidad de moverse con libertad del presente al pasado y viceversa, esto es, haber removido la vivencia infantil, lo que incluye la elaboración del complejo de Edipo; 2) la capacidad para la satisfacción genital heterosexual; 3) la capacidad para tolerar la frustración libidinal y la privación sin defensas regresivas de angustia; 4) la capacidad para trabajar y también soportar no hacerlo; 5) la capacidad para tolerar los impulsos agresivos en uno mismo y en los demás sin perder el amor objetal y sin sentir culpa, y 6) la capacidad para el duelo.
Por su parte, Balint habla del “New Beginning” en el cual, “si el paciente logra comprender sus deseos incondicionales de ser amados, sin tener obligación de dar nada a cambio, entonces el analizado hará un nuevo comienzo desde el amor objetal primario hasta el amor genital maduro, donde podrá atender a sus propias demandas no menos que las de su objeto de amor”.
También cabe mencionar el tema de los indicadores, los cuales nos pueden dar cierta orientación respecto a la posibilidad de finiquitar el tratamiento; entre los indicadores más importantes podemos encontrar: -una vez más- que se hayan modificado los síntomas por los cuales el paciente se comenzó a tratar; otro indicador, es la normalización de la vida sexual; otro es que las relaciones familiares se hayan logrado modificar; así como también, que exista mejoría en las relaciones sociales-interpersonales; otro de los indicadores que resulta bastante importante es la disminución de la angustia y la culpa; éstos, entre algunos otros indicadores posibles.
Ahora bien, resulta de bastante interés lo que Fromm dijo en sus conferencias de 1968 respecto a este tema: “bueno, algunas palabras nada más sobre el problema del fin del análisis. ¿Cuándo terminar el análisis? Se puede decir que hay un caso, el caso optimo, cuando hay un verdadero cambio. El verdadero cambio es una transformación de las energías nucleares del carácter. En otras palabras, que en las energías del hombre haya un cambio de distribución, digamos, que la pasividad, el odio, la envidia, la falta de productividad cambian en más productividad, más amor por la vida, más energía, más claridad, etc, etc. en este caso, todos sus amigos saben que él cambió. La segunda meta, es una meta más restringida, -la cual podemos revisar en diversos autores- y es la meta convencional de la desaparición de los síntomas, de los cuales se curó, los síntomas no se presentaron más. Bueno, esta es una cosa por la cual uno no tiene que tener desprecio; si un paciente sufría de insomnio, de impotencia, de muchas cosas, y desaparecieron sus síntomas, uno no debe burlarse de eso, es una cosa bastante importante, es una cosa en la cual el terapeuta tiene responsabilidad […] nada más quiero enfatizar aquí un punto, y es el de la terminación del análisis en otras condiciones que expresan mejoría pero no cambio. […] si el analista cree que hay posibilidades para el paciente de una curación mucho más amplia, el analista debe decirlo, y mostrarle la alternativa. En realidad su profecía es ya un pronóstico, si él prefiere eso, sabemos en verdad que él no quiere cambiar más, pero uno debe darle la posibilidad de esa selección en lugar de aceptar su racionalización.
Por otro lado, Fromm también dice: “claro, hay casos en que el analista debe llegar a la conclusión de que no hay esperanzas. Como llega uno a esta convicción, es un factor muy individual, algunas personas nunca dejan estas esperanzas porque hay dos hechos, un hecho es que muchas veces algo que puede hacer en un año, en un tiempo, o que no pude hacer en un tiempo, puede hacerlo en dos años más. Nuestra vida es una cosa llena de preguntas no resueltas porque en otra situación uno puede hacer algo que no pudo hacer antes, porque hay progreso ahora mientras hace un año, en la misma situación, con las mismas interpretaciones, no hubo ningún progreso. Entonces uno debe preguntarse, bueno, quizá ahora el paciente no puede, pero si uno sigue, si uno no interrumpe quizá, dentro de un tiempo podrá. Y la otra cosa es que muchas veces el analista no pudo ver cosas de dos años antes, y las ve dos años más tarde […] en otras palabras, el analista no puede pensar que el ya hizo todo lo que pudo, porque muchas veces el se puso en una posición congelada, una posición donde el repitió, repitió y evitó; el olvidar todo lo que sabía, ponerse en otra posición y ver toda la persona de nuevo, y muchas veces si uno hace eso, uno puede ver cosas que no había visto, -y cabe mencionar- que es muy importante para la técnica que uno mismo, el analista siempre sea elástico, flexible, que de en tiempo en tiempo, trate de ver las cosas totalmente de nuevo, olvidar lo que él sabe, ver a la persona como si nunca la hubiera visto; y pensar, bueno, que es lo que yo veo, en lugar de considerar sus interpretaciones, etc., etc., como una inversión de capital que ya tiene, y que no tiene que perder”
Y finalmente, el Dr. Miguel Krassoievitch nos comparte que la opinión de Fromm respecto a que el psicoanálisis es una psicoterapia prolongada que dura necesariamente varios años es errónea; ya que el psicoanálisis, es un procedimiento en el que el analista se concentra en el material inconsciente que está encontrando y resulta imposible predecir si este procedimiento podrá ayudar al paciente en un tiempo corto o prolongado.
Respecto a la pregunta acerca de la duración del psicoanálisis, Fromm establece algunas referencias temporales sobre la duración aproximada del psicoanálisis humanista: “Para los pacientes que sólo necesitan orientación y consejos, Fromm propone una duración máxima de tres meses. Para los que presentan problemas reprimidos más serios, pero una estructura de personalidad sana, la duración que preconiza es de un año. En los casos en que la estructura de la personalidad está afectada, sin presentar una regresión maligna, el psicoanálisis durará aproximadamente tres años”. El doctor Krassoievitch señala que: “es obvio que la finalización de un tratamiento psicoanalítico depende de las metas que han establecido tanto del analizado como el analista. Así, en el análisis limitado o restringido, en el que el propósito de remover los síntomas, la desaparición de éstos significa la terminación de la terapia”.
Una cuestión bastante importante e interesante de la que habla Fromm es que: “la terminación del análisis radical, aún cuando dependa de las metas que el paciente se haya fijado, se basa principalmente en la adquisición de la capacidad de analizarse, sin la ayuda del analista, es decir, de autoanalizarse en forma cotidiana. Dicha capacidad para el autoanálisis se relaciona con el logro de una actitud o de un estado de ánimo, implica una inclinación a ser sensible a los procesos internos. Otro criterio para la terminación del análisis radical, similar al anterior, se basa en la percepción de cambios y de una liberación suficiente para proseguir por propio esfuerzo”.
El doctor Aniceto Aramoni hace el siguiente señalamiento: “si se inicia el tratamiento es con el fin de terminarlo” y agrega: “llegar al final, cuando se hayan hecho todos los esfuerzos necesarios, cuando se hayan aplicado con todo interés a conocerse y a cambiar algunos aspectos de su persona que le causan malestar, es un impedimento para vivir alegre y productivamente”. Lo anterior, junto con el cumplimiento de las metas establecidas determina cuando el paciente ha madurado adecuadamente, cuando se siente seguro de sí mismo, cuando se ha curado de sus síntomas; cuando el paciente se siente más libre, más independiente, fuerte, potente, dueño de sí mismos y de sus decisiones. Aramoni también comenta: “la idea final es que cada uno debe marchar por la vida alumbrándose con su propia lámpara”; este mismo autor, también opina que “casi la mayor parte de los análisis terminan por decisión del analizado, y hay razones para que así sea: él es quien ha pedido ayuda y quien ha buscado y elegido al analista. No es frecuente que sea éste quien decida la finalización de la terapia; el analista, puede terminarla desde muy pronto sin darse cuenta de lo que ocurre; […] en cuanto el analista deja de interesarse por aquel que sufre y busca ayuda, ésta se hace imposible. En general puede decirse que nunca es bastante tiempo concedido por uno u otro, por ambos, ya que se trata de una forma de vivir, de un camino, de una obra de toda la existencia, lo que implica una responsabilidad de cada individuo para toda la vida”.
Aramoni enseña que: “el analista llegará hasta donde el paciente lo permita. Podrá detenerse el análisis al curar un síntoma, obtener un beneficio, lograr una vivencia o transformarse radicalmente. El analista debe estar preparado para todo, de ahí que no cobra mayor importancia en la terminación prevista, cuyas razones sean conocidas y hayan sido ponderadas […] para el paciente que buscó tratamiento por sus síntomas, al desaparecer éstos, termina el análisis; si el tratamiento se prolonga sin desaparecer las molestias, también terminará. Si el analizado busca transformar su carácter, saber quien es, intentar la realización humana al máximo de sus potencialidades, ser objetivo, amar con una implicación de madurez, esto llevará mucho tiempo o tal vez no se logre nunca, o quizás sea preciso trabajar en ello toda la vida. Esto, según Aramoni, haría interminable el análisis, o mejor, terminará en cuanto la vida termine”.
De acuerdo a todo lo anterior, y respondiendo alguna de las preguntas planteadas en un principio, creo adecuado contestarle al paciente que nos pregunta cuánto tiempo durará su análisis: “el análisis durará el tiempo que tenga que durar”. Y respecto a la posibilidad de que el tratamiento sea largo, se le puede decir, por ejemplo, a un paciente de 35 años, que si le ha tomado 35 años tener los síntomas y el modo de vida que tiene actualmente, esto no se podrá resolver en 35 sesiones.
Finalmente, a modo de conclusión, no me queda más que reflexionar en el sentido de que el objetivo del psicoanálisis no es en sí llegar a una cura total, si no estar en el camino que nos lleve hacia ella; es decir, importante no es el destino, sino el camino; o dicho de otra manera, lo importante no es que tan rápido se llegue, sino caminar en la dirección correcta.
Bibliografía:
- Aramoni, A. (1997). Los laberintos del inconsciente México: Instituto Mexicano de Psicoanálisis A. C.
- Etchegoyen, H. (1986). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Argentina: Amorrortu.
- Freud, S. (1985). Obras Completas. Tomos del I al XXIV. Argentina: Amorrortu.
– (1937). Análisis terminable e interminable. Tomo XXIII.
- Fromm, E. (1968). Conferencias del Dr. Erich Fromm. México: Instituto Mexicano de Psicoanálisis A. C.
- Krassoievitch, M. (2006). La técnica en el método psicoanalítico de Erich Fromm. México: DEMAC