Aportaciones teórico-Clínicas del psicoanálisis humanista

Por: Dr. Francisco Sosa

 

Erich Fromm, psicoanalista, filósofo, sociólogo y escritor, nacido en Frankfurt, Alemania, recibió su doctorado en filosofía en la Universidad de Heidelberg, y se graduó en el Instituto Psicoanalítico de Berlín; Fromm ha realizado importantes aportaciones a la psicología, a la psicología social y al psicoanálisis, por lo cual es considerado uno de los más importantes teóricos dentro del campo de la salud mental.

El presente trabajo tiene como finalidad, exponer algunas de las más importantes aportaciones teórico-clínicas de su pensamiento, entre las cuales, en mi opinión, cabe resaltar las orientaciones del carácter y el síndrome de decadencia.

Para adentrarnos en lo que a las orientaciones del carácter se refiere, revisaremos las ideas planteadas por Fromm en su libro “Ética y psicoanálisis”; donde nos explica que para él, la personalidad es la totalidad de las cualidades psíquicas heredadas (temperamentales) y adquiridas que hacen a un individuo único. Las cualidades heredadas conforman el temperamento en el sentido constitucional; mientras que las cualidades adquiridas conforman el carácter.

El temperamento es el modo de reacción y es algo constitucional e inmodificable; el carácter a su vez, se forma esencialmente por las experiencias de la persona, especialmente por las de su infancia y es modificable hasta cierto punto por el conocimiento de uno mismo y por nuevas experiencias.

Ahora bien, la principal diferencia entre la teoría del carácter propuesta por Fromm y la de Freud, es que Fromm no considera como base fundamental del carácter a los varios tipos de organización de la libido, sino a los modos específicos de la relación de la persona con el mundo, mediante dos procesos: el de asimilación y el de socialización. El primero se refiere a la adquisición y asimilación de objetos, mientras que el segundo, se refiere a la forma de relacionarse con otras personas y consigo mismo.

El carácter no solo tiene la función de permitir al individuo obrar consistente y “razonablemente”, sino que también, constituye la base para su ajuste a la sociedad.

Adentrémonos ahora a los tipos de carácter planteados por Fromm; los cuales divide en dos grupos; las orientaciones de carácter productivas, y las orientaciones de carácter improductivas.

La primera de las orientaciones de carácter improductivas es la orientación receptiva, en la cual la persona siente que la fuente de todo bien se halla en el exterior y cree que la única manera de lograr lo que desea es recibiéndolo de una fuente externa. El problema del amor consiste en ser amado y no en amar. No discrimina en la elección de los objetos de su amor, el hecho de ser amados por cualquiera es una experiencia sobrecogedora para ellos, que se prendan de cualquiera que les ofrezca amor o algo que parezca ser amor. Son muy sensibles a todo rechazo o desaire de la persona amada, su primer pensamiento es encontrar a alguien que pueda proporcionarles información necesaria, antes de hacer el menor esfuerzo por sí mismo. Un ejemplo de estas personas, son los religiosos que buscan y esperan un auxiliar mágico. No pueden decir no y les place decir sí a todo y a todo el mundo, sus facultades críticas disminuyen conforme a su dependencia. No pueden estar solos, si lo están se sienten perdidos y en un estado de desamparo, no pueden tomar decisiones ni responsabilidades. Son optimistas y cordiales; tienen cierta confianza en la vida y sus bondades, pero se sienten ansiosos y atolondrados cuando ven amenazada su fuente de abastecimiento.

La segunda orientación improductiva es la orientación explotadora, la cual tiene como premisa básica el sentir que la fuente de todo bien se encuentra en el exterior y que el individuo no puede producir nada por sí mismo. No espera recibir cosas de los demás más que quitándoselas o arrebatándoselas por medio de la violencia o la astucia. En el amor, tienden a robar y arrebatar. El atractivo de una persona depende de estar ligada a otra. No tiende a producir ideas, sino a hurtarlas. Carecen de ideas originales o de producciones independientes. Se simboliza por la boca en actitud de morder. Toda persona es juzgada de acuerdo con su utilidad. Resaltan la suspicacia y el cinismo, la envidia y los celos.

La tercera orientación improductiva es la orientación acumulativa, donde la persona tiene poca fe en cualquier cosa nueva que puede obtener del mundo exterior; su seguridad se basa en la acumulación y en el ahorro, en tanto que cualquier gasto se interpreta como una amenaza. Se rodean a sí mismos de un muro protector. Su avaricia se refiere tanto al dinero y otros objetos materiales como a los sentimientos y pensamientos. El amor es una posesión. Muestra una singular clase de lealtad hacia la gente y hacia los recuerdos. Su sentimentalismo les hace sentir que todo pasado fue mejor, se aferran a él y se deleitan en la rememoración de sentimientos y experiencias pasadas. Son estériles e incapaces de pensar productivamente. Tienen una actitud de retraimiento. Son pedantemente ordenados, metódicos con sus cosas, sus pensamientos y sentimientos, pero al igual que con sus recuerdos, su método es rígido y estéril. El mundo exterior es una constante amenaza. Tienen una limpieza compulsiva que es expresión de su necesidad de anular el contacto con el mundo exterior, son obstinados, no pueden comprender la función de auto-aprovisionamiento de toda sustancia viva. La muerte y la destrucción poseen mayor realidad que la vida y el crecimiento. No creen en la creación, ven la intimidad como una amenaza y el mantenerse distanciado de una persona o la posesión de ella les da seguridad. Son suspicaces y poseen un gran sentido de justicia: “lo mío es mío y lo tuyo es tuyo”

Finalmente la cuarta y más importante aportación teórico-clínica de Fromm al tema de las orientaciones del carácter, es la orientación mercantil, la cual describe una orientación diferente y más actual a la estructura económica. Fromm considera a la función económica del mercado en la sociedad actual como la base y la condición para el desarrollo del hombre moderno, donde el mercado moderno resulta un mecanismo caracterizado por la demanda abstracta e impersonal, basada en la ley de la oferta y la demanda que determina el valor de las cosas.

Esta orientación está arraigada en el experimentarse a uno mismo como mercancía, y al propio valor como un valor de cambio, tiene que ver con el desarrollo de un nuevo mercado: “el mercado de la personalidad”. –actualmente en Recursos Humanos se habla de recursos, y no de personas; también vemos que la gente se prepara más en cuanto a estudios o experiencia para “valer más” económicamente hablando en el tabulador del mercado de las personalidades- Todos dependen para lograr el éxito de una aceptación personal de los demás donde el éxito depende de que tan bien una persona logra venderse en el mercado. Uno se experimenta como una mercancía: como el vendedor y la mercancía a la venta. –no me vendo por menos de tantos mil mensuales-.

Se debe de estar de moda en el mercado de la personalidad por lo que se debe saber que personalidad es la de mayor demanda. Éste conocimiento se transmite por medio de la educación, se buscan los modelos de éxito a través de los medios de comunicación.

El hombre experimenta sus propias capacidades como mercancías enajenadas de él, no se identifica con ellas y están ocultas para él, no le interesa la autorrealización en el proceso de hacer uso de ellas, sino su éxito en el proceso de venderlas. Busca su convicción de identidad en el otro, su prestigio su posición y éxito son sustituto del sentimiento de identidad genuino. Experimenta a los demás como mercancías; tampoco ellos se muestran a sí mismos sino tan sólo su parte cotizable, la diferencia entre ellos data de tener éxito, ser atractivo y tener valor en mayor o menor grado. Su individualidad no tiene valor; la igualdad equivale a intercambiabilidad. Hay una indiferenciación, y una indiferencia. No hay una capacidad de preocuparse por aquello que es único y peculiar. Todos se encuentran en la misma situación: solos, con miedo al fracaso y ansiosos por agradar. Hay un carácter superficial en las relaciones humanas pero hay cierta esperanza de encontrar profundidad e intensidad del sentimiento del amor individual, sin embargo esto no permite superar el sentimiento de soledad. El pensamiento tiene la función de apoderarse de los objetos para manejarlos con éxito. La verdad se vuelve un concepto anticuado. El saber mismo se transforma en mercancía, el hombre es enajenado de su propio poder; el pensamiento y el conocimiento se experimentan como instrumentos para el logro de resultados positivos. La persona mercantilista, está fuertemente orientada hacia el tener y no hacia el ser.

Fromm refiere que las orientaciones de carácter no están separadas unas de otras ya que forman parte de la dotación humana. El predominio de cualquier orientación específica depende de las peculiaridades de la cultura del individuo. La personalidad total del individuo es moldeada por el modo en que se relacionan los individuos entre sí, y se determina por la estructura socioeconómica y política de la sociedad.

Estas cuatro orientaciones improductivas (Receptiva, explotadora, acumulativa y mercantil) giran en torno al proceso de asimilación; éstas tienen sus orientaciones correspondientes desde el punto de vista de la socialización; por ejemplo, la persona receptivamente orientada tiende a ser masoquista; la explotadora, tiende a ser sádica; estas dos, sádica y masoquista, se relacionan interpersonalmente de forma simbiótica; a diferencia de la acumulativa, la cual tiende a ser destructiva y a la mercantil, la cual tiende a ser indiferente, siendo que éstas dos, acumulativa y mercantil, establecen relaciones interpersonales de alejamiento.

Las orientaciones improductivas, pueden considerarse como distorsiones de orientaciones que en sí mismas constituyen una parte normal y necesaria de la vida.

Ahora revisemos que es la orientación productiva para Fromm; esta se refiere a una actitud fundamental, a un modo de relacionarse en todos los campos de la experiencia humana. Incluyendo las respuestas mentales, emocionales y sensoriales hacia los otros, hacia uno mismo y hacia las cosas.

La orientación productiva comprende como proceso de asimilación la forma trabajadora y como proceso de socialización, el amar y el razonar.

Para Fromm, la productividad es la capacidad del hombre para emplear sus fuerzas y realizar sus potencialidades congénitas. La productividad es la realización de las potencialidades del hombre que le son características; el uso de sus poderes que es la potencia del hombre, mientras que la incapacidad, es su impotencia.

Fromm afirma que: “El objeto más importante de la productividad es el hombre mismo” (p. 106). El hombre comprende al mundo mentalmente y emocionalmente a través de la razón y del amor. El amor genuino está arraigado en la productividad y eso podría ser llamado amor productivo. Sus elementos básicos son: el cuidado, la responsabilidad, el respeto y el conocimiento.

Amar a una persona productivamente implica cuidar y sentirse responsable de su vida y no únicamente de su existencia física, sino del crecimiento y el desarrollo de todos sus poderes humanos. Amar a una persona productivamente significa estar relacionado con su esencia humana, con ella como representante de la humanidad.

Ahora revisemos otra de las aportaciones teórico-clínicas más importantes que el Dr. Erich Fromm ha hecho al campo de la salud mental: el síndrome de decadencia.

En su libro “El corazón del hombre”, Erich Fromm nos explica que el Síndrome de decadencia es, a groso modo, el estado patológico que se forma cuando la necrofilia (el amor a la muerte), la simbiosis incestuosa y el narcisismo maligno convergen en sus formas más graves.

La necrofilia lleva por lema: “¡Viva la muerte!”. El necrófilo puro es un loco; el biófilo puro es un santo. La mayor parte de la gente es una mezcla particular de orientaciones necrófilas y biófilas, y lo importante es cuál de ellas predomina. La persona orientada necrofílicamente se siente atraída y fascinada por todo lo que no vive, por todo lo muerto. Empiezan a vivir cuando hablan de la muerte. Viven en el pasado, nunca en el futuro, sus emociones son esencialmente sentimentales, es decir, alimentan el recuerdo de emociones que tuvieron ayer o que creen que tuvieron. Son fríos, esquivos, devotos de la “ley y el orden”. Sus valores son exactamente lo contrario de los valores que relacionamos con la vida normal. No es la vida, sino la muerte la que los anima, fascina y satisface.

Para el necrófilo el uso de la fuerza no es una acción transitoria que le imponen las circunstancias, es un modo de vida; para el no hay más que dos “sexos”: el poderoso y el impotente; los matadores y los muertos. Vive enamorado de los matadores y desprecia a los que son muertos. El necrófilo ama todo lo que no crece, todo lo que es mecánico; se orienta a la memoria y no a la experiencia; al tener y no al ser. Si pierde la posesión, pierde el contacto con el mundo; preferiría perder la vida que perder la posesión. Ama el control, y en el acto de controlar mata la vida. Se siente profundamente temeroso ante la vida, ya que ésta es desordenada e incontrolable por naturaleza. Este temor ante la vida le crea un anhelo de certidumbre o seguridad, pero como la vida nunca es segura, ni previsible ni controlable; él para hacerla controlable, necesita convertirla en muerte, ya que la muerte es la única seguridad de la vida.

La segunda orientación conformadora del síndrome de decadencia, es el narcisismo –uno de los descubrimientos más importantes de Freud-. Fromm explica que el narcisismo primario de Freud considera el estado natural del hombre en la primera infancia, en el cual aún no hay relaciones con el mundo exterior, pero que después, con el curso del desarrollo normal, el niño empieza a aumentar en plenitud e intensidad sus relaciones con el mundo exterior, pero que en muchos casos, retira su vinculación libidinosa de los objetos y vuelve a dirigirla a su ego “narcisismo secundario” así como también, explica que en todo desarrollo normal, el individuo sigue teniendo una cierta cantidad de narcisismo. En el individuo narcisista, el objeto de su narcisismo es cualquiera de las cualidades parciales que para él constituyen su yo. Fromm explica que el narcisismo es necesario tanto para la supervivencia individual, como para la grupal, y al mismo tiempo es una amenaza para ella. El individuo narcisista reacciona con intensa ira cuando se le critica; desde su postura, si él es el mundo no hay mundo exterior que pueda asustarlo; si es todo, no está solo; pero cuando es herido su narcisismo se siente amenazado en toda su existencia.

Para Fromm existen dos formas de narcisismo: el benigno y el maligno; el primero es el resultado de un esfuerzo personal; la dinámica del narcisismo benigno es auto-frenadora (el trabajo ayuda a relacionarse con la realidad, frenando constantemente el narcisismo y manteniéndolo dentro de límites). En el maligno, el objeto del narcisismo no es nada que el individuo hace o produce, sino algo que tiene.

Fromm concluye que el narcisismo es una orientación necesaria y valiosa, siempre y cuando sea benigno y no pase de cierto umbral. El narcisismo es antagónico de la razón y del amor. También Fromm remarca que la meta del hombre es vencer su narcisismo.

En cuanto a los “vínculos incestuosos”, Fromm habla de niveles de “fijación incestuosa”; el primer nivel, es benigno y en él encontramos una forma de fijación en la madre que es bastante frecuente. En las manifestaciones más graves, podemos encontrar un individuo que, por ejemplo, elige la persona que es una austera figura materna; se siente como un prisionero que no tiene derecho a hacer nada que no sea en servicio de la esposa-madre, que está constantemente temeroso de ella, por miedo a que se encolerice. Probablemente se revelará inconscientemente, después se sentirá culpable y se someterá del modo más obediente. La rebelión puede manifestarse en diversas conductas sexuales, síntomas y diversos estados de ánimo. Otra variante es cuando la fijación en la madre se mezcla con una actitud seductora masculino-narcisista; en la cual desarrollan un fuerte narcisismo que les hace sentirse mejores que el padre, o más bien, mejores que cualquier otro hombre. Su grandeza se erige sobre el vínculo con la madre; pero en este, o en cualquier otro tipo de fijación intensa en la madre, es un crimen sentir amor, interés o lealtad hacia alguien más, ya sea hombre o mujer, excepto a la figura de la madre.

En la simbiosis incestuosa, la persona simbióticamente adherida forma parte de la persona “huésped” a quien está adherida. No puede vivir sin esa persona, y si es amenazada la relación, se siente extremadamente angustiada y temerosa. La persona simbióticamente adherida puede sentirse unas veces superior, otras veces inferior y otras veces igual a la persona huésped, pero siempre son inseparables. En realidad, esta unidad simbiótica tiene el mejor ejemplo en la unidad de la madre con el feto; el feto y su madre son dos, y sin embargo son uno. Sucede también, y muy frecuentemente, que las dos personas afectadas están simbióticamente adheridas la una a la otra recíprocamente.

Cuanto más profundo es el nivel de regresión mayor es la intensidad de la dependencia y del miedo. La orientación incestuosa, lo mismo que el narcisismo, chocan con la razón y la objetividad; también esta orientación lleva al individuo a no sentir a otro ser como plenamente humano; así como también al antagonismo con la independencia y la integridad. Los deseos incestuosos constituyen una de las tendencias más fundamentales del hombre: el deseo a seguir vinculado a aquello de donde procede, el miedo a ser libre, y el miedo a ser destruido por la misma figura respecto de la cual se hizo impotente renunciando a toda independencia. Existe una estrecha afinidad entre la fijación incestuosa y el narcisismo de la cual radica en que el individuo y su madre (como uno solo) son el objeto mismo de su narcisismo.

Recordemos entonces, que a las formas más arcaicas de simbiosis incestuosa y de narcisismo, se les une la necrofilia. El anhelo de volver al seno materno y al pasado es al mismo tiempo el anhelo de muerte y destrucción. Entonces, si se combinan formas extremas de necrofilia, narcisismo y simbiosis incestuosa, podemos hablar del “síndrome de decadencia“. Finalmente, Fromm remarca que cuanto más profunda es la regresión en cada orientación, más tienden las tres a converger. En sentido opuesto, en la persona que alcanza un nivel óptimo de madurez, las tres orientaciones tienden también a converger. Lo opuesto a la necrofilia es la biofilia, lo opuesto al narcisismo es el amor; lo opuesto a la simbiosis incestuosa es la independencia y la libertad. Al conjunto de estas tres actitudes, Fromm lo llama: “Síndrome de crecimiento“.

Fromm explica que la libertad no es otra cosa que la capacidad para seguir la voz de la razón, de la salud, del bienestar, y de la conciencia, contra las voces de pasiones irracionales. También plantea Fromm, que la neurosis es la pérdida por el hombre de la libertad para obrar racionalmente, y que la salud mental es la capacidad del hombre para obrar de acuerdo con su verdadero interés. Y el mal, es la pérdida que de sí mismo sufre el hombre en el intento de escapar a la carga de su humanidad.

Bibliografía:

  • Fromm, E. (1953). Ética y psicoanálisis. México: Fondo de Cultura Económica.
  • Fromm, E. (1964). El corazón del hombre. México: FCE
  • Fromm, E. (1976). Tener o ser. México: FCE

No dejes para mañana lo que puedes RESOLVER hoy

Hola 👋 ¿En qué podemos ayudarte?